Nuevos datos sobre Homo antecessor. #Antecessor

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Acaba de publicarse (6 de junio) un artículo en la revista PLOS ONE, que todo el mundo puede consultar de manera libre, y en el que se aportan nuevos datos sobre la especie Homo antecesor.

Una de las críticas que recibió esta especie, tras su publicación en la revista Science en 1997, fue que varios de los individuos hallados eran juveniles. La crítica era discutible, puesto que al menos una especie de gran relevancia en la evolución humana, Australopithecus africanus, fue definida a partir de un individuo infantil (el llamado niño de Taung). Además, en la identificación y caracterización de las especies actuales es muy importante conocer las diferentes etapas del desarrollo (ontogenia). Imaginemos una especie de insecto definido solo por su larva, que acaba por transformarse en una espléndida mariposa. El conocimiento de la metamorfosis de muchas especies es absolutamente imprescindible para identificar a las especies que sufren este tipo de ontogenia. En evolución humana, sería muy deseable conocer todas las etapas de crecimiento de las especies extinguidas. Esto nos ayudaría en gran medida no solo a descifrar su crecimiento o su aspecto a lo largo del desarrollo, sino que podríamos comprender los procesos evolutivos que experimentaron durante su filogenia. Y esto es precisamente lo que sucede con la especie Homo antecessor. De los 11 individuos identificados por el momento tan solo dos son adultos. La gran esperanza de futuras excavaciones en el nivel TD6 del yacimiento de la Gran Dolina es conseguir gran cantidad de información sobre el desarrollo de esta especie.

No obstante, la especie Homo antecessor ganó en credibilidad con la obtención en 2003 de ejemplares de adultos y con el hallazgo de una mandíbula humana en el yacimiento de la Sima del Elefante en 2007. Quedaba por saber si la morfología moderna de la cara de Homo antecessor, estudiada en el llamado “chico de la Gran Dolina”, se debía tan sólo a su temprana edad de muerte (unos diez años) o podría reconocerse también en individuos más jóvenes y en los adultos.

            Junto a varios colegas (y buenos amigos) norteamericanos hemos realizado el estudio del crecimiento facial del chico de la Gran Dolina y del chico de Turkana (Turkana boy). La comparación es muy pertinente, puesto que ambos fallecieron cuando tenían la misma “edad dental”. El chico de Turkana (KNM-WT 15.000) vivió en la región que hoy día ocupa el estado de Kenia y murió hace 1,6 millones de años. Fue asignado a la especie Homo ergaster (para algunos colegas la variedad africana de Homo erectus) y representa uno de los especímenes más completos encontrados hasta la fecha en África. El estudio de PLOS ONE está basado en la remodelación que sufre el hueso durante el desarrollo, que deja huellas inequívocas de la dinámica del crecimiento de cada elemento óseo. Los datos sugieren que la cara del chico de la Gran Dolina, cuyo aspecto moderno había sido utilizado como un carácter diagnóstico de la especie, estaba creciendo y hubiera seguido desarrollándose como la de Homo sapiens caso de haber sobrevivido hasta la edad adulta. Por el contrario, el ejemplar KNM-WT 15.000 tiene un patron primitivo en su morfogenésis facial, que comparte con los australopitecinos. Estos datos no solo están en consonancia con la morfología de su cara en el momento de la muerte, sino que reflejan la dinámica del crecimiento de su cara.      

Ahora ya podemos afirmar que la cara “moderna” apareció en alguna población humana hace al menos un millón de años y que, por el momento, Homo antecessor sigue siendo la especie más antigua con ese rasgo anatómico tan importante. Su cara moderna está en consonancia con su tamaño cerebral, de más de 1.000 centímetros cúbicos, y con su patrón “moderno” de desarrollo dental. Por el contrario, el Turkana boy tiene un tamaño cerebral de 850 centímetros cúbicos y un patrón de desarrollo dental tan solo algo más avanzado que en Australopithecus. Es muy posible, por tanto, que el incremento del cerebro más allá de los 1.000 centímetros cúbicos, la cara de aspecto moderno y un patrón de desarrollo dental como el que tenemos nosotros sean caracteres correlacionados y responden al equilibrio biomecánico y funcional de cualquier estructura biológica.

Esta nueva investigación responde a algunas preguntas, pero abre nuevos interrogantes. En primer lugar, tenemos que identificar a este hominino de aproximadamente un millón de años de antigüedad en algún lugar del este de África o en el suroeste de Asia. Homo antecessor es por el momento la especie más próxima desde el punto de vista morfológico a este hominino y no llegó desde África. De haberlo hecho así, habría traído consigo la manufactura del achelense (Modo 2), que ya se había socializado en todo el continente africano hacía 1,3 millones de años. Homo antecessor fabricaba herramientas arcaicas (Modo 1), que se podrían clasificarse a grosso modo en un olduvayense evolucionado. Es por ello que miramos hacia el suroeste de Asia para buscar la procedencia de esta especie hallada en la península Ibérica, muy lejos del centro de origen del punto caliente donde al parecer se estaba cociendo el futuro del género Homo tanto en África como en Eurasia.

            En cualquier caso, la especie Homo antecessor sale reforzada con el estudio de su crecimiento facial. Esta nueva investigación se une a otras realizadas previamente por nuestro, y nos permiten aproximarnos cada vez más a la historia evolutiva del género Homo en el último millón de años, y a la posición filogenética de Homo antecessor.

Australopithecus sediba

 http://www.sciencemag.org/content/340/6129.cover-expansion

http://www.sciencemag.org/content/340/6129.cover-expansion

 

 

La revista Science acaba de publicar varios trabajos sobre el estudio de diferentes partes anatómicas de los restos de la especie Australopithecus sediba.

Recordemos que la capacidad de observación y el entrenamiento de un niño de 12 años, Matthiew Berger, fue clave el descubrimiento en 2008 de uno de los conjuntos más completo de fósiles humanos africanos en la cueva de Malapa (Sudáfrica). Su padre, Lee Berger es paleoantropólogo de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo, y realiza frecuentes exploraciones en el área donde se encuentran los yacimientos más famosos de este país, como Sterkfontein, Swartkrans, Taung, etc. Este área está catalogada por la UNESCO entre los lugares patrimonio de la humanidad. Curiosamente, la herramienta empleada por Lee Berger en sus exploraciones con otros colegas era Earth Google; pero resultó que la habilidad y perspicacia de un niño de 12 años superó a la tecnología.

Una clavícula que sobresalía entre los sedimentos de la cueva de Malapa fue el primer indicio que no escapó a la buena vista y el criterio de Matthiew. A partir de ahí podemos imaginar la enorme alegría y el delirio de los participantes de la expedición. En 2010, la revista Science publicó un artículo con la descripción de dos esqueletos parciales, en el que Berger y sus colaboradores definieron la nueva especie, Australopithecus sedida. Pero todos sabíamos que aún quedaba mucho más por estudiar. Esperábamos con impaciencia los resultados, y no se han hecho esperar. Desde luego, tenemos que felicitar a Lee Berger por haber conseguido la cooperación de tan buenos especialistas y por la rapidez con la que ha conseguido coordinar todos los trabajos. Y a buen seguro que los fósiles de Malapa seguirán proporcionando datos clave para conocer una época todavía muy oscura de la evolución humana.

Mediante el método de los núclidos cosmogénicos se determinó que los fósiles  tienen entre 1,75 y 1,95 millones de años. Este método es relativamente reciente, pero tiene un gran futuro por delante. Por explicarlo de una manera sencilla, ciertos elementos químicos, como el aluminio y berilio contenidos en los granos de cuarzo guardan en su memoria la última vez que fueron iluminado por la luz solar. Los geocronólogos han ideado la manera de que los átomos de estos elementos revelen el tiempo transcurrido desde ese momento hasta que sus electrones son excitados de manera artificial en el laboratorio mediante equipamientos muy complejos. Las últimas dataciones del nivel donde se encontraron los fósiles de Malapa, publicadas un año más tarde, sugieren una antigüedad cercana a los dos millones de años.

Ya sabemos que el nombre en latín “Australopithecus” significa “mono del sur”. La palabra sediba procede de la legua sesotho y significa fuente o manantial. Lee Berger no bautizó a la nueva especie con este nombre por la casualidad de un momento de inspiración, sino con la mayor de las intenciones. Se trata de la especie más reciente de Australopithecus, que coincide en el tiempo con los restos más antiguos atribuidos con seguridad a Homo habilis. Para Berger, esta nueva especie sería un forma intermedia entre Australopithecus africanus, cuyos restos más recientes datan de hace 2,5 millones de años y los primeros representantes del género Homo. De ser cierta esta hipótesis, Australopithecus sediba tendría las claves para determinar los cambios anatómicos producidos en los homininos en su transición hacia el género Homo. Esta cuestión es importante, porque existe una gran vacío en el registro fósil del este de África en el período de entre 2,5 y 2,0 millones de años.

El estudio del aparato locomotor de Australopithecus sediba revela que esta especie no había perdido un ápice de sus capacidades para trepar con enorme facilidad. Su bipedismo, como sucede con el de todos los australopitecinos y los demás ancestros del Plioceno, se combinaba perfectamente con otras formas de desplazamiento por zonas de vegetación cerrada. En su aparato locomotor, esta especie muestra un mosaico de rasgos primitivos del clado que formamos todos los homininos junto a rasgos derivados, que ayudará sin duda a entender la anatomía de otras especies anteriores. Si Australopithecus sediba es el último ancestro del género Homo, queda por averiguar un sinfín de cuestiones ¿Por qué ese ancestro no se ha localizado en el este de África, donde se encuentra la mayor parte del linaje de los homininos?, ¿qué especie fabricó los utensilios hallados en yacimientos de Etiopía, cuya antigüedad se estima en 2,7 millones de años?, ¿tenemos que admitir que la fabricación intencionada de herramientas fue ideada por los australopitecos? Quizá el mayor problema con el que tropieza la hipótesis de Lee Berger es la presencia del género Homo fuera de África (Dmanisi, República de Georgia) en una antigüedad que ya supera la cifra de 1,8 millones de años. La anatomía de los homininos de Dmanisi está relativamente muy avanzada (derivada) con respecto a la que presenta Australopithecus sediba. Si esta especie es el último antecesor del género Homo, la separación de los dos linajes (Australopithecus sediba y Homo) tuvo que suceder probablemente hace más de dos millones y medio de años. Los restos hallados en Malapa serían representantes tardíos del linaje menos evolucionado, que emigró hacia el sur coincidiendo con la primera expansión del género Homo fuera de África. El escenario que se nos plantea con la hipótesis de Berger es ciertamente complejo.

Estas y otras muchas cuestiones se irán respondiendo en los próximos años. De momento, tenemos que felicitarnos por disponer de un conjunto de fósiles tan numeroso y bien conservado, en el que se cuenta con partes óseas poco comunes en el registro fósil de los antecesores del género Homo. Poco a poco iremos digiriendo una información tan abrumadora.

Conexión China – España.

 
El Centro Nacional de Investigación sobre la Evolucíón Humana ( CENIEH) y el Instituto de Paleontologia de Vertebrados de Pekín  ( IVPP) firman un acuerdo de colaboración.

El Centro Nacional de Investigación sobre la Evolucíón Humana ( CENIEH) y el Instituto de Paleontologia de Vertebrados de Pekín
( IVPP) firman un acuerdo de colaboración.

 ¿Qué sabemos de la evolución humana en China?

China es un país con una riqueza cultural extraordinaria, apenas conocida para la mayoría de los occidentales. Los avatares históricos de China no se explican en las escuelas de Europa, sencillamente porque bastante tenemos con aprender los nuestros. Y viceversa; en China tienen suficiente con aprender la enorme diversidad cultural de su larga historia, que tiene sus primeros registros escritos hace unos 3.500 años. Curiosamente, esta cifra es muy similar a la que manejamos para la historia europea, que en la antigua Grecia se cifra entre 3.500 y 4.000 años.

A pesar de que los datos arqueológicos, paleontológicos y genéticos están de acuerdo en aceptar que todos los humanos tenemos un mismo origen, nuestra diáspora por todo el planeta durante más de 100.000 años ha producido diferencias culturales considerables. Tendríamos que empezar por la llamativa cantidad de lenguas que se hablan en la Tierra (entre 6.000 y 7.000, según los expertos). La globalización está llegando a todos los países, pero muchas de las costumbres y tradiciones seguirán vivas durante milenios. Por fortuna, esa riqueza cultural no se perderá, aunque seamos capaces de recorrer 10.000 kilómetros en poco más de doce horas en un vuelo intercontinental. La globalización interesa sobre todo a los aspectos de la economía, pero la idiosincrasia de los pueblos mantiene una inercia muy difícil de romper.

La República Popular China tiene una superficie de más 9.500 millones de kilómetros cuadrados, que dobla con creces la superficie de toda la Unión Europea, y ya está considerada como la segunda potencia económica del planeta. Su crecimiento económico es impresionante y en pocos años se situará a la cabeza de la mayoría de los sectores productivos. La capacidad científica de China en todos los ámbitos será la base que sustentará su primacía mundial. Es muy posible que en pocos años tengamos que aprender a leer y escribir en chino mandarín o en alguno de los dialectos del país para conocer avances científico relevantes.

Todo esto está sucediendo a la velocidad de vértigo que vive la era de las comunicaciones. Nada que ver con lo que ocurría hace apenas un siglo y a años luz de lo que aconteció en la prehistoria. Muy poco se sabe de la primera colonización de China por homininos quizá tan arcaicos como el Homo habilis. Los datos son confusos, escasos y casi siempre controvertidos. Es posible que las primeras poblaciones de humanos procedente de África colonizaran China hace más de un millón y medio de años. Sea como fuere, la intensidad de las fluctuaciones climáticas ocurridas en el último millón de años, con la progresiva desertificación de enormes territorios de Asia, dejaron aisladas a las antiguas poblaciones de China. Antes de que eso ocurriera, no podemos descartar varias migraciones diferentes desde el suroeste de Asia, ni tampoco podemos desechar la hipótesis de alguna migración posterior, procedente de esta misma región o desde el sudeste asiático. Todo ello produjo una variabilidad en las poblaciones del Pleistoceno de China, que solo ahora empezamos a comprender.

Desde el desconocimiento de la prehistoria de China, siempre hemos considerado que su enorme territorio fue poblado por la especie Homo erectus, contemplada como una entidad biológica única, con escasa variabilidad e indistinguible a todos los efectos de la poblaciones del Pleistoceno de África o del sudeste asiático. Una visión demasiado simplista para una vasta región, de  gran riqueza biológica y cultural, que danzó al ritmo impuesto por la climatología cambiante del Pleistoceno Medio y Superior.

Desde que la segunda guerra mundial fracturó de manera dramática las relaciones de muchos países, China permaneció prácticamente aislada del ámbito de la prehistoria y la evolución humana. Atrás quedaban las investigaciones de personalidades como las de Davidson Black, Johan Andersson, Otto Zdansky, Pierre Teilhard de Chardin o Franz Weidenreich en el conocido yacimiento de Chou-Kou-Tien (Zhoukoudian), situado a 40 kilómetros al suroeste de Pekín y desde 1987 reconocido por la UNESCO como patrimonio cultural de la humanidad. Desde entonces, muy pocos occidentales han tenido ocasión de conocer de cerca los innumerables hallazgos realizados en China, la mayoría publicados en chino mandarín y en revistas científicas de este país. La enorme riqueza de la prehistoria de China no ha podido ser valorada en su justa medida desde los países occidentales. Científicos chinos, como Pei Wenzhong (ligado a la dirección de las excavaciones en Zhoukoudian), Rukang Wu o Wu Zinzhi, han pasado casi inadvertidos para la prehistoria mundial. El aislamiento político de China ha sido un factor decisivo en ese desconocimiento mutuo que, por fortuna, comenzó a romperse hace más de quince años.

Ciertamente, las investigaciones sobre la prehistoria y la evolución humana de China de las últimas décadas del siglo XX han estado condicionadas por cuestiones ideológicas y estancadas en un paradigma obsoleto. La riqueza, diversidad y peculiaridad del registro arqueológico y paleontológico de China merecen un estudio profundo, que se engarce con lo que se conoce en África y Europa. En China existe una gran diversidad biológica de sus poblaciones más primitivas, que puede distinguirse de la diversidad de los homininos que vivieron en las islas del archipiélago de Indonesia o en el llamado continente de Sunda, cuando las islas se unían al continente durante los descensos del nivel del mar en las épocas glaciales. Los homininos de China pudieron vivir aislamientos prolongados con persistencia de poblaciones arcaicas, y llegadas de nuevos pobladores, que tal vez hibridaron con los grupos autóctonos o los desplazaron de sus hábitats naturales. Todo está por conocer y es casi seguro que la atención de las ciencias prehistóricas desvíen su atención hacia China y otras regiones del lejano oriente en los próximos decenios, como ya sucedió en los años 1920 y 1930, tras el hallazgo del fabuloso complejo de Zhoukoudian.

María Martinón-Torres y josé María Bermúdez de Castro conversan con el Profesor Wu Zhinzi. A pesar de sus 84 años sigue realizando investigaciones en el IVPP de Pekin.

María Martinón-Torres y josé María Bermúdez de Castro conversan con el Profesor Wu Zhinzi. A pesar de sus 84 años sigue realizando investigaciones en el IVPP de Pekin.