El Centro Nacional de Investigación sobre la Evolucíón Humana ( CENIEH) y el Instituto de Paleontologia de Vertebrados de Pekín
( IVPP) firman un acuerdo de colaboración.
¿Qué sabemos de la evolución humana en China?
China es un país con una riqueza cultural extraordinaria, apenas conocida para la mayoría de los occidentales. Los avatares históricos de China no se explican en las escuelas de Europa, sencillamente porque bastante tenemos con aprender los nuestros. Y viceversa; en China tienen suficiente con aprender la enorme diversidad cultural de su larga historia, que tiene sus primeros registros escritos hace unos 3.500 años. Curiosamente, esta cifra es muy similar a la que manejamos para la historia europea, que en la antigua Grecia se cifra entre 3.500 y 4.000 años.
A pesar de que los datos arqueológicos, paleontológicos y genéticos están de acuerdo en aceptar que todos los humanos tenemos un mismo origen, nuestra diáspora por todo el planeta durante más de 100.000 años ha producido diferencias culturales considerables. Tendríamos que empezar por la llamativa cantidad de lenguas que se hablan en la Tierra (entre 6.000 y 7.000, según los expertos). La globalización está llegando a todos los países, pero muchas de las costumbres y tradiciones seguirán vivas durante milenios. Por fortuna, esa riqueza cultural no se perderá, aunque seamos capaces de recorrer 10.000 kilómetros en poco más de doce horas en un vuelo intercontinental. La globalización interesa sobre todo a los aspectos de la economía, pero la idiosincrasia de los pueblos mantiene una inercia muy difícil de romper.
La República Popular China tiene una superficie de más 9.500 millones de kilómetros cuadrados, que dobla con creces la superficie de toda la Unión Europea, y ya está considerada como la segunda potencia económica del planeta. Su crecimiento económico es impresionante y en pocos años se situará a la cabeza de la mayoría de los sectores productivos. La capacidad científica de China en todos los ámbitos será la base que sustentará su primacía mundial. Es muy posible que en pocos años tengamos que aprender a leer y escribir en chino mandarín o en alguno de los dialectos del país para conocer avances científico relevantes.
Todo esto está sucediendo a la velocidad de vértigo que vive la era de las comunicaciones. Nada que ver con lo que ocurría hace apenas un siglo y a años luz de lo que aconteció en la prehistoria. Muy poco se sabe de la primera colonización de China por homininos quizá tan arcaicos como el Homo habilis. Los datos son confusos, escasos y casi siempre controvertidos. Es posible que las primeras poblaciones de humanos procedente de África colonizaran China hace más de un millón y medio de años. Sea como fuere, la intensidad de las fluctuaciones climáticas ocurridas en el último millón de años, con la progresiva desertificación de enormes territorios de Asia, dejaron aisladas a las antiguas poblaciones de China. Antes de que eso ocurriera, no podemos descartar varias migraciones diferentes desde el suroeste de Asia, ni tampoco podemos desechar la hipótesis de alguna migración posterior, procedente de esta misma región o desde el sudeste asiático. Todo ello produjo una variabilidad en las poblaciones del Pleistoceno de China, que solo ahora empezamos a comprender.
Desde el desconocimiento de la prehistoria de China, siempre hemos considerado que su enorme territorio fue poblado por la especie Homo erectus, contemplada como una entidad biológica única, con escasa variabilidad e indistinguible a todos los efectos de la poblaciones del Pleistoceno de África o del sudeste asiático. Una visión demasiado simplista para una vasta región, de gran riqueza biológica y cultural, que danzó al ritmo impuesto por la climatología cambiante del Pleistoceno Medio y Superior.
Desde que la segunda guerra mundial fracturó de manera dramática las relaciones de muchos países, China permaneció prácticamente aislada del ámbito de la prehistoria y la evolución humana. Atrás quedaban las investigaciones de personalidades como las de Davidson Black, Johan Andersson, Otto Zdansky, Pierre Teilhard de Chardin o Franz Weidenreich en el conocido yacimiento de Chou-Kou-Tien (Zhoukoudian), situado a 40 kilómetros al suroeste de Pekín y desde 1987 reconocido por la UNESCO como patrimonio cultural de la humanidad. Desde entonces, muy pocos occidentales han tenido ocasión de conocer de cerca los innumerables hallazgos realizados en China, la mayoría publicados en chino mandarín y en revistas científicas de este país. La enorme riqueza de la prehistoria de China no ha podido ser valorada en su justa medida desde los países occidentales. Científicos chinos, como Pei Wenzhong (ligado a la dirección de las excavaciones en Zhoukoudian), Rukang Wu o Wu Zinzhi, han pasado casi inadvertidos para la prehistoria mundial. El aislamiento político de China ha sido un factor decisivo en ese desconocimiento mutuo que, por fortuna, comenzó a romperse hace más de quince años.
Ciertamente, las investigaciones sobre la prehistoria y la evolución humana de China de las últimas décadas del siglo XX han estado condicionadas por cuestiones ideológicas y estancadas en un paradigma obsoleto. La riqueza, diversidad y peculiaridad del registro arqueológico y paleontológico de China merecen un estudio profundo, que se engarce con lo que se conoce en África y Europa. En China existe una gran diversidad biológica de sus poblaciones más primitivas, que puede distinguirse de la diversidad de los homininos que vivieron en las islas del archipiélago de Indonesia o en el llamado continente de Sunda, cuando las islas se unían al continente durante los descensos del nivel del mar en las épocas glaciales. Los homininos de China pudieron vivir aislamientos prolongados con persistencia de poblaciones arcaicas, y llegadas de nuevos pobladores, que tal vez hibridaron con los grupos autóctonos o los desplazaron de sus hábitats naturales. Todo está por conocer y es casi seguro que la atención de las ciencias prehistóricas desvíen su atención hacia China y otras regiones del lejano oriente en los próximos decenios, como ya sucedió en los años 1920 y 1930, tras el hallazgo del fabuloso complejo de Zhoukoudian.
María Martinón-Torres y josé María Bermúdez de Castro conversan con el Profesor Wu Zhinzi. A pesar de sus 84 años sigue realizando investigaciones en el IVPP de Pekin.