Foto fuente: http://cercadeella.blogspot.com.es/
El suroeste de Asia, más conocido como el Oriente Próximo, es un área clave en la evolución humana. Todos los días tenemos noticias dedicadas a los interminables conflictos bélicos que asolan aquella región del planeta. La arqueología y las fuentes escritas nos hablan de grandes civilizaciones y de sus influencias en el devenir histórico del occidente de Europa, de sus riquezas materiales y culturales, pero también de sus luchas territoriales que parecen no tener fin. Varias de las religiones más influyentes tiene su origen esta región. Nada es casual.
Aunque el Oriente Próximo comprende territorios de varios países unidos por una historia común, el llamado Corredor Levantino ha jugado un papel esencial durante miles de años en la evolución del género Homo y de nuestra propia especie. El Corredor Levantino comprende la franja de territorio situada entre el mar Mediterráneo y las zonas hoy día desérticas de Israel (Néguev), Jordania y Siria. Las evidencias más antiguas sobre la presencia de homininos en el Corredor Levantino datan de hace aproximadamente 1,5 millones de años (yacimiento de Ubeidiya, Israel). No obstante, algún día se localizarán yacimientos más antiguos. El yacimiento de Dmanisi, en la República de Georgia, tiene evidencias de una población de homininos de hasta 1,85 millones de años. Es evidente que al menos una especie del género Homo recorrió el Corredor Levantino antes de esa fecha, para ocupar los territorios próximos a las montañas del Cáucaso.
Muchos prehistoriadores han trabajado en los yacimientos del Corredor Levantino atraídos por su riqueza arqueológica y paleontológica. Los datos acumulados han dado soporte a varias hipótesis sobre las posibles expansiones de los homininos fuera del continente africano a través del Corredor Levantino, cuando las condiciones climáticas lo permitieron. Sin duda, una de esas expansiones (para muchos la primera) ocurrió hace dos millones de años. La última, según la mayoría de los expertos, ocurrió hace unos 100.000 años y fue protagonizada por miembros de nuestra propia especie. Aunque cada día existen más evidencias de la expansión de Homo sapiens por el estrecho de Bab-el Mandeb, al sur de la península de Arabia, entre los actuales países de Djibouti y Yemen, no cabe duda de la influencia del Corredor Levantino en nuestra expansión por todo el planeta.
La literatura científica sobre los movimientos de las especies de mamíferos a través del Corredor Levantino es interminable. Sin embargo, todos los expertos están de acuerdo en que esos movimientos fueron puntuales, si es que llegaron a producirse. Es posible que las especies del género Homo se movieran por el Corredor Levantino en las dos direcciones, pero es casi seguro que estas migraciones sucedieron también en contadas ocasiones durante en el último millón y medio de años. Las condiciones climáticas impuestas por los ciclos glaciales e interglaciares del Pleistoceno interpusieron una barrera geográfica formidable entre África y Eurasia, formada por el gran desierto que recorre esta región del planeta desde la costa atlántica de África hasta la costa oeste de la península de Arabia. En cualquier caso, el Corredor Levantino se puede considerar un verdadero cruce de caminos entre África y Eurasia, que cobró una fuerza impresionante durante los últimos milenios.
Los genetistas están descifrando todas y cada una de las variantes del genoma humano. Es solo cuestión de tiempo disponer de toda la información codificada en nuestros cromosomas. Quizá obtengamos respuestas para saber que nos hizo diferentes a los demás homininos. Para muchos expertos, el simbolismo, el arte y todas nuestras sugerentes habilidades cognitivas tendrían su origen en las variantes de ciertos genes, que se extendieron por todas las poblaciones humanas gracias a su considerable valor adaptativo. No deja de ser interesante, sin embargo, constatar que muchos grupos humanos siguen siendo cazadores y recolectores, como lo fueron los primeros representantes de nuestra especie hace 250.000 años. Solo tenemos que pensar en los pigmeos, de las regiones centrales de África, o en los Aché, que todavía viven en Paraguay ¿Cuantas poblaciones siguen en la actualidad bajo los parámetros de la vida del Neolítico? Si recorremos algunos pueblos abandonados de ciertos rincones de España aún podremos encontrar herramientas para sobrevivir de la agricultura y la ganadería en condiciones bastantes precarias. Por el contrario, algunos países ya han conseguido situar artilugios fabulosos en Marte y son capaces de obtener información sobre las condiciones de este planeta ¿Es que existen diferencias genéticas entre los habitantes de los países más desarrollados y los que viven en condiciones de extrema pobreza? Ciertamente no. La genética ha jugado su papel en el éxito evolutivo de nuestra especie, pero el ambiente, medido por la capacidad de intercambio de información, ha sido mucho más influyente. La socialización del conocimiento está jugando un papel importantísimo en el futuro del planeta y de nuestra especie.
El Corredor Levantino es un ejemplo extraordinario, no solo de lo que ha sucedido en tiempos recientes y que todos conocemos bien por los libros de historia, sino por lo que aconteció en la prehistoria. El Próximo Oriente fue uno de los focos del Neolítico. No me cabe duda de que el intercambio de ideas entre los grupos humanos de la región dio origen a esta gran revolución económica y demográfica, que extendió su influencia con enorme rapidez hacia otros territorios. Pero aún iré más lejos en el tiempo para citar un ejemplo muy notable. Se trata del yacimiento de Qesem, situado a pocos kilómetros de Tel-Aviv. Su antigüedad está muy bien controlada por docenas de datos bien contrastados entre 400.000 y 200.000 años. Las evidencias arqueológicas sugieren que los humanos que habitaron la cueva de Qesem disponían de avances tecnológicos en la fabricación de herramientas notablemente superiores a los que encontramos por ejemplo en la península Ibérica en fechas similares. La situación geográfica del Corredor Levantino fue siempre propicia al encuentro de culturas y al intercambio de información. Sabemos que en este territorio convivieron los neandertales y los humanos modernos, que compartieron genes y conocimientos. Como decía al comienzo del texto, nada es casual. El Oriente Próximo no atraviesa por su mejor momento, pero sus habitantes pueden sentirse orgullosos de haber tenido una influencia decisiva en la prosperidad de los países occidentales de Europa.